martes, 13 de diciembre de 2011

Renacer (Un fragmento perdido...)


Luego, tras una larga creación, viene el frío y el silencio del querer descansar; tumbado, sobre la arena, podrías notar las quebradizas articulaciones rezagadas sobre los sueños perdidos, y pensar que, dado que ya se ha creado todo lo necesario, no se puede hacer nada por ellos, sería como pensar que un dios es todo lo que dice o el mundo todo lo que expresa.
Sedienta, entonces, de las esperanzas ajenas, se esparciria, la voz del dios, como una leve sotana sobre el silencio del mundo, deseosa de hacerlo a su imagen y semejanza, momentaneo y ausente como una rafaga de aire.
Pero, calladamente, recuerdas el cuerpo de la mujer amada tendida como el mar ante la costa cantabrica, reclamando ser ocupado mal ser ya completo, y te tiendes sobre la mar, y dejas que se esparza por tu cuerpo mientras luchas para ser más que agua.
En sus profundidades, las del mar, la voz del Dios resta enmudecida como la luz de la mañana, como un paraguas o una caña que, sujeta a las rocas, buscara algo que sustraer al mundo con la promesa de otra vida como señuelo.
Y es en el silencio de la oscuridad oceanica que puedes -como te tuve que haber dicho cuando me escuchaste callar- oir el feroz llanto, destructor y regenerador, del nacer del mundo, sobre sí mismo, a cada instante, dios concebido por dios, multiplicidad de dioses una vez callada, ya, la voz del dios manifiesto.