domingo, 28 de julio de 2013
El tiempo esta fuera de quicio.
... y, mientras paga la factura del supermercado con su targeta de crédito, el erudito sigue creyendo que la presencia impresenciable solo mienta un impulso histórico.
lunes, 22 de julio de 2013
Cómo vivenciar una repetición
Instrucciones:
1-
Coja un libro cualquiera de su estantería.
2-
Siéntese en el sofá.
3-
Ábralo por una página cualquiera.
4-
Anote en una hoja la página por la que ha abierto el libro.
5- Lea
el primer parágrafo gritando.
6- Una
vez terminado, y con el libro bajo el brazo, diríjase al parque más
cercano.
7-
Busque un banco y siéntese en él.
8-
Abra el libro por la misma página que lo abrió en casa, comprobando
la anotación para asegurarse de ello.
9- Lea
el primer parágrafo susurrando.
¡Felicidades!, ¡ya ha
experienciado usted una repetición!
Alternativas:
- Si tiene algún
problema para trasladarse o no le apetece salir a la calle, puede
ahorrárselo cambiando de habitación o de silla; la experiencia de
repetición no será tan marcada como en el proceso propuesto pero se
producirá igualmente.
- Si coge un libro que
haya leído en su totalidad no será menester que anote usted la
página por la que abra el libro y podrá ahorrarse, a su vez, el
tener que leer una segunda vez el mismo fragmento desde otra
posición. Cualquier parágrafo que lea será repetido.
- También puede hacer que lea el mismo fragmento otra persona para remarcar a un más el caracter disimil de la repetición.
- También puede hacer que lea el mismo fragmento otra persona para remarcar a un más el caracter disimil de la repetición.
Comentarios:
- Nótese que en
cualquiera de los casos propuestos la repetición, en ningún momento,
se puede reducir a lo mismo (leer en una butaca, leer en una silla,
leer en el parque...), y, sin embargo, se produce una repetición.
- Una vez efectuada esta
primera experiencia de repetición puede usted efectuarla con
cualquier cosa, de hecho se percatará de que constantemente lo hace.
Incluso, llevando esta experiencia hasta el extremo podrá percatarse
de que usted mismo se repite en cada instante que vive.
miércoles, 17 de julio de 2013
Una imposibilidad
Tarde en Gerona. Intento buscar un lugar calmado en el que leer. Encuentro, cerca de
la catedral, un mirador que no parece muy transcurrido. Me
siento en un banco y prosigo con la tarea planificada. El libro objeto de mi acción es “El culpable” de George Bataille. Me propongo la
posibilidad de repetir la experiencia de Bataille (es decir, la de
Nietzsche, la de Nancy... la de Blanchot, si se quiere) tratando
llegar al extremo de lo posible. Me abrumo imaginándome desaparecer
entre las palabras del libro. Empieza a llover, pero sigo leyendo,
sin inmutarme. Imagino por un momento como algo glorioso permanecer
leyendo bajo la lluvia mientras la tinta, mojada, se desparrama por
las hojas. El libro, que en aquel momento era yo mismo, se deshace en
mis manos por efecto del agua. Inexplicablemente (o no) me deshago con él,
me derrito hasta que sólo quedan mis huesos leyendo un libro
destruido. Me horrorizo. Imagino la admiración de otro ante la firme
persistencia que manifestaría un final así. Me río avergonzado. Obviamente, antes de
que la tormenta estalle, me levanto y busco algún bar en el que
ponerme a resguardo de la lluvia. No ha sucedido
nada; el libro permanece intacto. Comprendo que es imposible, para
mi, que lo estoy leyendo, repetir la experiencia de Bataille y me
percato de que, precisamente por ello, es en su lectura que la
repito.
martes, 16 de julio de 2013
Refundar
Ninguna luz sostiene ya nuestros pasos
sobre el silencio que embadurnaba los viejos sueños que querían
llegar a serlo todo. Nuestras manos apenas pueden sentir el desajuste
de una distancia inexistente para el tacto. No quedan más nubes que
perseguir sobre este desierto apagado en el que se entremezclan
nuestras libertades con nuestras voluntades y se contradicen
incesantemente, no hay camino por el que no trazar una memoria y el
olvido absorbe, poco a poco, todos los días de nuestro perecer.
Quizá si fuéramos capaces de dar un paso adelante percibiríamos,
por un momento, los porvenires agotados que nos aguardan, que nos
esperan pasada ya la hora acordada, pacientemente, como, pacientes,
esperan los dientes a morder el polvo alguna vez. Sabes que no
estaba allí, contigo, aquél día; que mi transcurrir por tu mundo
había quedado atrás y, sin embargo, persististe en dejar abiertas
las heridas por las que solía pasar. No queda ya ninguna esperanza;
nos hemos dejado perder, otra vez y, con nosotros, todo se ha
perdido. Mañana, tras el amanecer, deberemos refundar el mundo, de
nuevo, y no seremos capaces de comprender qué sentido tenía nuestro
mundo de ayer, qué sentido tenemos ahora, aquí, perdidos entre el
fuego del atardecer (bonitas palabras... permítaseme algún tópico
que facilite la lectura; podéis descansar). ¿Habrá acaso mañana?
Mañana se desvanecerá, sin embargo, en el hoy, como siempre, y todo
quedará, como hasta ahora, por construir.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)