jueves, 25 de septiembre de 2008

Comunicar

Ocasionalmente y de modo intermitente, en Francia acostumbran a recibir algo que podría llegar a definirse como un estracto de escritura. Verdeazulado o grisaceo, marrón o color carne, el trozo de papel termina, usualmente, colgando de la pared de cualquier comedor de una casa de familia numerosa; la cual, sedienta y hambrienta, no presta la menor antención a aquello que les permite no ver el desaguisado del yeso que mal cubre la pared.
Puesto que, este tipo de construcciones, acostumbra a tener, para disimular su poco espacio, unos grandes ventanales, el sol acostumbra a iluminar toda la estancia haciendo que, con el paso del tiempo, los papeles se descoloreen e incluso pierda lo que, por exceso de tinta, expresaban. Por ello, mal que a disgusto de sus padres, los niños acostumbran a pintar las paredes intentando imitar los aún demasiado extraños, para ellos, dibujos que veían en los papeles expuestos al sol.
Mas llega un momento -y este momento siempre llega, dado que el lenguaje siempre lleva su tiempo- en el que el gobierno francés decide intentar recuperar alguno de los estractos de escritura perdidos. Entonces cuelga carteles por las calles de sus pueblos y ciudades reclamando a todo aquel propietario de dichos papeles coloreados que se los entreguen; que hagan uso de su buen patriotismo y les entreguen los papeles recibidos del exterior, pues "de estos depende el futuro de la nación y la estructuración del estado en relación al exterior".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué texto más extraño. Ojo, creo que esta bien escrito pero el tema no tiene ningún sentido. ¿Recoger papeles? Espero que esto sólo fuese como un ensayo de algo más grande...

Silenci dijo...

Ciertamente, aún no está terminado (no sé si se terminará), pero no creas que al terminarse ganará mucho sentido...
Gracias por opinar.