jueves, 29 de mayo de 2008

Decir

Cae la noche sobre el mar y, en la ciudad, todo descansa.

Las tenues luces de los faros, estrellas caídas, alumbran las callejas de un barrio cualquiera. Un gato salta de un contenedor a una jarra de cerveza, regando las resecas gargantas de los geranios que reposaban sobre las rotas jardineras. En la oscuridad de una habitación alguien susurra mientras lo acaricia una mano amiga.

Un coche cruza el silencio para callar y descansar en los muros de cada sol.

Muros que, sin percibirlo, son cruzados por un grito que despedaza la noche dormida llenando la oscuridad que se cernía sobre la ciudad. Desesperado grito que pronuncia aquello que nadie quisiera poder pronunciar, angustia perdida de algo largamente callado, dormido, obligado a esconderse.

Todo descansa en la ciudad al llegar esas horas en las que la oscuridad permite el paso del sigilo al estruendo tal cual si nada sucediera, como si nadie lo escuchara, y, sin escucharlo, olvidando el día, un hombre desciende las escaleras de la casa de la mujer cuyo nombre el grito pronunciaba mientras cesan los susurros.

sábado, 24 de mayo de 2008

Instante

Hela ahí la verdad, de nuevo… Y tú tan callada de nuevo…

¿Cómo haber previsto que no volvería a ser lo que ya fue?

Y ella está tan cambiada ahora que te la miras incapaz de reconocerla mientras se interpone entre nosotros. Y recuerdas –y tu recuerdo también es ella- que te advertí, me advertiste: “No volverá”… y hela aquí, de nuevo, la verdad… tan cambiada y, sin embargo, tan innegablemente ella que la impotencia de lo que queríamos haber querido se desvanece mientras ella no se desvanezca…

¡Como callan ahora las angustias soportadas sobre las húmedas almohadas del intervalo!… Y nos miramos… y ella nos confiesa, inevitablemente, lo que no queremos confesarnos, aquello que callamos por no querer verlo huir –hecho lenguaje- por entre las corrientes del viento que se desvanece en la distinción del cielo con el mar…

Entonces, con un leve movimiento de mano, una sonrisa de terror, una devoradora mirada y un hilo de voz que parecería el canto de un gorrión ante un temporal, nos decimos, casi sin oírlo: “Adiós” y seguimos hacia adelante, mal que hacia adelante para ti sea hacia atrás para mí… Algún día nos presentarán y tomaremos un café en un bar…

Y ahí también está la verdad, mientras se desvanece y vuelve, siempre como verdad… ¡Siempre tan distinta!

jueves, 22 de mayo de 2008

Una carta

<-Adios -se giró, dió tres pasos, se volvió, retrocedió... todo estaba vacío, ya, todo había pasado... ¿Y ahora, qué?
>Después de las traslucidas algas vistas como através de un cristal rojizo, olvidadas tras el fondo del mar; después de su partida, después del vacío, ¿qué?
>Se preguntaba, se inquietaba, desesperaba y se decía: "Después de todo... esto" y miraba frente sí y no había nada, miraba su dedo que no señalaba a nada y se desvanecía toda intención de habla... "esto, esto, esto" se repetia como un eco en su cabeza, "esto" y esto no era nada...
>¿Por donde poder ver entonces el recuerdo?
>Una vez acabado todo podría -solía decirse- recordarlo, levantarse sobre lo sucedido y explayarse en sus mejores y sus peores momentos, aprovechandolos y ordenandolos a su antojo; pero, una vez acabado todo, se había acabado, también, el recordar y no recordaba, siquiera, sus palabras mientras "esto, esto, esto" se repetía com un vacío en su pensar.
>Su dedo, poco a poco, se perdía, también, con él, y las imagenes, y los sueños, y la luz, y ante él, nada. Como por un efecto fugaz de magia concertada todo había pasado y no había nada, ahora, sobre que sujetarse, ningún punto de apoyo, ningún distanciamiento, nada... nada que perder, nada perdido... Ni silencio.
>"Esto, esto, esto" se repetía en su cabeza, pero esto no era nada, y la repetición lo era todo.
>Ante sí... nada, pero nada no estaba allí; ni el ligero olor a aceitunas de los cuerpos tendidos al sol de una noche de invierno, sobre un tejado, con Neruda bajo e brazo; ni aquel entrecot al roquefort que nos aunó en nuestro viaje por la catarata de Altazor... nada.
>Nada más... nada... ni flores sobre la cama.
>Mas, después de todo, habiendolo cruzado todo, quedaba él; pero su cuerpo, poco a poco, se desdibujaba... ya no recordaba quién era, pasado ya el recuerdo, su mente se perdía mientras "esto, esto, esto" llenaba el espacio, que no era nada, y el tiempo, donde no pasaba nada, y se cegaba ya toda palabra... y nada quedaba, y nada no estaba, y nada se perdió>

Este texto lo encontré bajo la puerta de mi casa metido en un sobre en cuyo reverso ponía: "Esto paso cuando ella se fue".
Obviamente lo tiré a la basura y guardé la bolsa en el que lo había tirado en el mueble de las cosas viejas, hasta el día de hoy en el que, soportando el olor de los años, decidí hacerlo público.