viernes, 2 de enero de 2009

Creación

Quisiera explicarte ahora cómo podría nacer un Dios; cómo la primera manifestación de su existencia, silenciosa, parecería la atracción de dos cuerpos ajenos que se reconocen mientras la brisa del mar desliza, sobre la arena, un suave vapor aceitunado empujando el agua contra los acantilados, dibujando y dibujandose sobre las rocas para retroceder y huir, confusa, en el momento preciso en el que, agua sobre tierra, se pierden las medidas de la distancia y la diferencia entre los seres.
Es ese el momento enn el que unn punto resume, por un instante, todos los instantes y momentos que vendrán, que han venido, como nuevo punto de emanación que nos diera a entender, por un instante, sobre sí, todo lo sucedido, como si fuera él la causa y no el efecto de lo pasado, de lo que pasa o pasará; manteniendose ajeno al tiempo.
Y con la sonrisa picara de un niño que encontrara, tras un soplo de tramontana, el color de su vida, altivo ya como un don de la nada, se posa el Dios sobre unos labios que se desdibujan entre sí como se borran los dias, uno sobre el otro, al pasar. Nada podrá ya volver a ser como era, nada será ya como es... una verdad ha nacido sobre un instante borrado para siempre de los calendarios, contenido, unicamente, en tí, en mí, y los historiadores se preguntarán aún por la linealidad y las causas de los aconteceres.

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