sábado, 6 de junio de 2009

Deseo

Ante el dolor... abrir las manos, enderezarte, despreciar tu cuerpo, rehuirte. ¿Cómo no creer, entonces, que tus organos no son más que un absurdo añadido a ti? ¿Quién tendría el valor para admitir que la carne es el sujeto del alma, en aquel mometo: con el dolor sobre tu piel?
Luego... el silencio; algo se escapa de tus manos; pasa y rehusa luchar. Olvidas.
¿Quién negará la vida, ahora?
La piel, abrechada, se mezcla contigo, y los nudos del porvenir levantan miedos sobre tu insuficiencia.
No llamaras. No lograrás mantenerte en pie.

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