martes, 2 de junio de 2009

En ausencia de José

Bajo el calor del verano, dos cuerpos se tocan. La distancia que los separa se acrecienta con el fluir del sudor sobre sus carnes. Vibra el público ensordecido.
Afuera, alguién protesta -¿quién podría abatir los rituales salvajes?-, intenta ordenar y distribuir aquello que acontece fuera de su presencia. Lógicamente, tal como es de esperar, en tanto que se atribuye el orden se observa como el primero del orden. Grita, algo debe parar. ¡Cuán silencioso resta ahora el límite vecino! ¡Cuán impotente deviene aquél que se a atribuido toda la potestad del ordenar!
En cuanto corte las orejas saldrá por la puerta grande, y él se lo mirará con furor. ¡No es más que uno contra seis!

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