miércoles, 17 de julio de 2013

Una imposibilidad


Tarde en Gerona. Intento buscar un lugar calmado en el que leer. Encuentro, cerca de la catedral, un mirador que no parece muy transcurrido. Me siento en un banco y prosigo con la tarea planificada. El libro objeto de mi acción es “El culpable” de George Bataille. Me propongo la posibilidad de repetir la experiencia de Bataille (es decir, la de Nietzsche, la de Nancy... la de Blanchot, si se quiere) tratando llegar al extremo de lo posible. Me abrumo imaginándome desaparecer entre las palabras del libro. Empieza a llover, pero sigo leyendo, sin inmutarme. Imagino por un momento como algo glorioso permanecer leyendo bajo la lluvia mientras la tinta, mojada, se desparrama por las hojas. El libro, que en aquel momento era yo mismo, se deshace en mis manos por efecto del agua. Inexplicablemente (o no) me deshago con él, me derrito hasta que sólo quedan mis huesos leyendo un libro destruido. Me horrorizo. Imagino la admiración de otro ante la firme persistencia que manifestaría un final así. Me río avergonzado. Obviamente, antes de que la tormenta estalle, me levanto y busco algún bar en el que ponerme a resguardo de la lluvia. No ha sucedido nada; el libro permanece intacto. Comprendo que es imposible, para mi, que lo estoy leyendo, repetir la experiencia de Bataille y me percato de que, precisamente por ello, es en su lectura que la repito.

No hay comentarios: