lunes, 21 de julio de 2008

El ahogado

Ahora, descalzo y sobre la moqueta, te escribiría una carta de amor sino fuera por el ruido de un autocar al pasar. Mas, mí escribirte ahora no sería como el sollozo de un cuerpo sin aire que necesitara hablar para convencerse de que aún respira; por el contrario, sería, tal vez, como el susurrar desde el interior de una escafandra, bajo el mar, llena de un aire totalmente artificial, creado con la única finalidad de transportar las palabras que te escribo; mal que nunca las pudieras escuchar, mal que nunca fueran tuyas las palabras que te diera sobre un papel.
Por ello, por el saber que no serán tuyas mis palabras, más que por todos los autocares venideros, no te escribo ahora la carta que te escribiría y callo -sin aire, ya- y dejo que las cosas me digan.

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