martes, 15 de julio de 2008

Un encuentro

Inevitablemente, cuando todo parecería haber terminado, surge, tras una leve sonrisa, un quebrar lento una pestaña, un dolor ya desahogado sobre el suave ruido de la soledad, mientras se derrumban, así, todos los aires como postales desatadas de los clavos de la pared.
Nunca antes se había manifestado de tal modo la distancia entre dos vidas y, sin embargo, en aquel preciso instante en el que unos ojos se posan sobre otros a la vez que resuena lejano un adiós, nunca antes habían estado tan cerca.
Él calla y, sin embargo, quizá, solo quizá, podrían haber caído los instantes pasados como una madura granada al margen del camino. Entre tanto, ella desciende, apesadumbrada, la escalera: Noches ha que no duerme mientras intenta sofocar el grito que daría crédito a sus oídos.
Luego, un árbol cae sobre un colchón vacío y descuida asustar a la noche mientras unos niños corretean por el bosque cual recuerdos que perdieran su ordenación y quisieran ser hojas desasidas sobre océanos escarlata.
Entonces, como si no hubiera pasado nada, todo parecería terminado y, no obstante, él camina, aún, ella llora.

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